Sucedió el 20 de julio de 1969. Neil Armstrong descendió del Apolo 11, posó un pie tembloroso sobre la Luna y dejó pasmado a medio mundo. Los televidentes que presenciaron el acontecimiento en directo casi juraron que aquello era el acabose de la modernidad. Vaya error...
Treinta y ocho años después, usamos el teléfono móvil a diario–que ya es un apéndice más de nuestro cuerpo–, escribimos correos electrónicos, escuchamos música en el Mp3 o charlamos por Messenger gracias a nuestro portátil, conectado a la red Wi-fi de la cafetería del barrio. Internet lleva ya más de una década entre nosotros, pero los expertos todavía aseguran que es un adolescente con pocos recursos, que aún no le hemos sacado todo el partido posible. Empezamos el año hablando de la web 2.0 –la versión social de Internet, en la que la pauta la marcan las tecnologías de redes sociales como Facebook, MySpace, YouTube o Wikipedia– y vamos a acabarlo hablando de la web 3.0.
La web semántica (o web 3.0) es una idea que viene de lejos y que parte de la idea de que los contenidos que pululan por Internet, salvo raras excepciones, sólo tienen significado para las personas, pero no para los ordenadores. Eso provoca que si alguien introduce en Google algo parecido a "busco un lugar para pasar las vacaciones con mi mujer y mis dos hijos con un presupuesto máximo de 2.000 euros", los resultados que devolverá la búsqueda son infinitos.
La web semántica, sin embargo, sería capaz de devolver una única respuesta a esa búsqueda, gracias a técnicas de inteligencia artificial. "La web 3.0 hace posible que los ordenadores ‘hablen’ entre ellos sin que la gente tenga que interpretar el mensaje", explica Nicholas Carr, especialista en tecnología y antiguo director de la revista Harvard Business Review. "Esto, como consecuencia, abre la puerta a una nueva ola de comunicación". Actualmente, la web 2.0 (la actual), ya ha cambiado nuestros hábitos de conducta en decisiones como hacer la compra a través del ordenador, relacionarnos por e-mail o planificar las vacaciones a través de agencias online. Con la web 3.0, estos comportamientos se radicalizarían mucho más, gracias a los resultados mucho más precisos que nos devolvería.
La vida más allá de Internet
¿Pero hay vida más allá de Internet? ¿Qué nos depara el futuro? ¿Cuál será la próxima revolución en nuestras vidas? La pregunta es tremendamente compleja. Pero, como decía Alan Kay, "la mejor manera de predecir el futuro es inventarlo". Pero siempre hay gurús dispuestos a darnos algún avance informativo.
Paul Saffo, futurista, profesor de la Universidad de Stanford e investigador del Institute for the Future nos da algunas pistas: "si hablamos de algo en la escala de la televisión en la década de los 50, el ordenador personal en los 80 y la web en los 90, la siguiente gran revolución no va a provenir de la web 3.0, sino de los robots". Según Saffo, "estamos muy cerca de una revolución robótica que va a coger a muchos consumidores por sorpresa".
Porque esta robótica va a tener como principal objetivo simplificar la vida de las personas, ya sea a través de coches que releguen al conductor al asiento del copiloto y se ocupen de la travesía, o a las aplicaciones que podría tener en la casa. El aspirador Roomba robot es un buen ejemplo de ello. Con un coste máximo de 330 dólares, sus creadores han conseguido vender más de dos millones de unidades este año. Desarrollado por iRobot, una empresa fundada por tres expertos en robótica del MIT de Massachusetts, el aspirador ha tenido más éxito que cualquier otro producto robótico que haya salido a la venta. Según Saffo, "el Roomba es el invento indicado para romper la perspectiva de juguete que se tiene de este campo".
El concepto de los robots puede que no sea nuevo –se lleva prediciendo mucho tiempo y aún no ha sucedido–, pero lo que sí lo es el impacto que "en los próximos 50 años va a tener la biología, que usaremos para construir cosas, tal y como hacemos ahora con la electrónica", asegura Paul Saffo. Campos como la nanotecnología –capaz de manejar moléculas y ponerlas juntas–, han salido del laboratorio y se están aplicando en productos que ya conviven con nosotros a diario.
Pelotas de tenis de larga duración, pantalones waterproof, ordenadores más rápidos... el futuro pertenece a los biólogos y a las personas que están estudiando los estilos de vida para recrearlos a través de esta nueva tecnología. Sólo el año pasado, el negocio de la nanotecnología facturó 32 millones de dólares en Estados Unidos en la venta de productos para la casa. Pero sus aplicaciones son infinitas, ya que todavía ésta en una fase inicial. La medicina es otra de sus grandes áreas y se ha demostrado con inventos que ayudan a tetraplégicos a mover objetos sólo con pensar en ellos, o piel artificial para robots que es el doble de sensible que la humana.
Oren Etzioni, investigador de inteligencia artificial de la Universidad de Washington y director del proyecto KnowItAll, financiado por Google, cree que el futuro es "conseguir que los ordenadores hagan el trabajo duro por nosotros. El mundo cambia rápidamente y es difícil predecir qué revolución va a llegar antes, pero mi preferida es la que está basada en tecnologías de predicción, como la desarrollada por Zillow.com, que nos dice a qué precio se venderá nuestra casa en uno u otro momento".
En cualquier caso, "todavía es temprano para asegurar algo", explica Etzioni. "Pero todo se mueve muy rápido. Hace 15 años no había web de la que hablar", y ahora ya estamos pensando en robots, moléculas e inteligencia artificial... ¿Quién da más?
Adriana Blanco
Tomado del diario Expansion de España – 22/11/2007
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