Wednesday, June 20, 2007

My Space


Ya son 180 millones de usuarios, y subiendo. Con el ritmo de crecimiento que mantienen, en unas semanas un 3 por ciento de la Humanidad formará parte de la mayor comunidad de la breve, aunque intensa, historia de internet.

«MySpace.com» ha escalado las alturas de la audiencia hasta situarse entre las seis webs más visitadas del mundo, compitiendo a golpe de rueda con colosos como Google, Yahoo o YouTube. Hace cuatro años, ni siquiera existía.

El ascenso meteórico de MySpace ha frustrado los análisis de algunos profetas tecnológicos que no acertaron a vaticinar una nueva edad dorada de las «puntocom». Después del pinchazo de la burbuja tecnológica en 2000, parecía que el negocio de internet había tocado techo. Nada más lejos de la realidad: desde los bulevares de Santa Mónica, dos jóvenes emprendedores arrancan a finales de 2003 con unos cuantos programadores y un puñado de ideas frescas. Dos años después, la compañía es adquirida por la News Corporation de Rupert Murdoch. Otros dos años más tarde, no hay competidor que les haga sombra. Ahora llegan a España presentando su fórmula, aparentemente sencilla: redes de amigos que comparten vídeos, imágenes, música, mensajes, blogs, y todo interés que se pueda compartir en formato digital.

«Nuestro éxito no consiste en el código», explica a ABC Chris DeWolfe, uno de los dos fundadores de la compañía y actual consejero delegado. Su imagen es arquetípicamente californiana: camisa playera, tez rubicunda y ojos azules, un aspecto más cercano a Jon Bon Jovi que a Bill Gates. En contraposición, la serenidad de su expresión y la madurez de su discurso destierran el tópico del surfista vividor. «Cuando fundamos la compañía estábamos muy interesados en la tecnología. Pero nos dimos cuenta de que MySpace no se basa en una idea tecnológica genial, sino en unos principios de negocio. Nuestro secreto es más sociológico. Contratamos gente joven, inteligente y creativa, que conoce la cultura popular y que sabe qué buscan los usuarios».

De hecho, es en este aspecto donde DeWolfe fundamenta el fulgurante éxito de la nueva generación de webs. «Antes eran los proveedores de contenidos quienes decidían. Ahora los proveedores son los propios usuarios, y la tecnología lo permite. Hoy todo el mundo tiene una cámara digital. Además, el modelo económico funciona porque los anunciantes creen en nosotros. Antes de 2000 hubo muchas ideas fracasadas porque, sencillamente, eran malas».

Pero al pensar en la comunidad virtual de MySpace, es inevitable referirse al fenómeno que acapara tanta atención: el mundo de Second Life. Para DeWolfe, no hay color: «Yo no diría que Second Life es un fenómeno, comparando sus cifras con las nuestras. Y es un modelo... siniestro, aunque no debería decirlo así. Nosotros sabemos que nuestros perfiles representan fielmente a sus dueños. Nuestros usuarios no se disfrazan, ni fingen ser otra persona. Incluso músicos de fama se despojan de la imagen que su compañía les obliga a mantener, y se relacionan con sus «fans» de un modo mucho más natural».

La veracidad de los perfiles importa, sobre todo, de cara a la seguridad de los menores. Es este aspecto el que más preocupa al joven ejecutivo. «Invertimos mucho en ello, pero no podemos reemplazar a los padres en la educación de sus hijos. No pueden dejar su seguridad en nuestras manos».

Zanjada una antigua disputa entre MySpace y la web de vídeos YouTube, ahora que ambas plataformas son compatibles, DeWolfe tiene claro quién ha salido ganando: «Los vídeos se difunden gracias a nosotros, porque los usuarios los incrustan en MySpace. Los fundadores de YouTube deberían estarnos agradecidos. Pero todavía no me han enviado nada. Ni siquiera han dicho «gracias».

Mientras rebusca su Blackberry sobre una repisa de la habitación del hotel madrileño, confiesa su esclavitud tecnológica: «Nunca puedo desconectarme. En mi casa de la playa, la cobertura es un desastre. A veces llego a bajar caminando descalzo por la carretera hasta que engancho la señal».

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